No. No es que, como el caballero don Quijote, confunda a los molinos de viento con gigantes, pero como él, siempre ha luchado contra ellos.
Y es por que son grandes y fuertes. Grandes, fuertes y situados en un lugar prominente.
Jamás le han gustado los que destacan y se aprovechan de su fuerza, su tamaño o su posición. Por eso siempre les había combatido y contra los cuales, siempre había perdido, claro.
Aún recuerda su primer molino-enemigo: era un niño. Si, un niño de los que en aquellos largos partidos de fútbol, era el que seleccionaba los jugadores de cada equipo, el árbitro, el que decidía cuando se empezaba y acababa un partido, los descansos y sobre todo quien era el ganador.
¡¡¡Para eso era el dueño del balón!!!
Y también, -¿como no?-, era el único que tenía auténticas botas de fútbol.
Era un auténtico molino de viento y muy posiblemente la génesis de esta guerra interminable. Los otros niños, los de abajo, le solían llamar por su nombre cuando pedían que les dejase jugar, e hijo de papá y hasta hijo de puta, después de cada partido.
Desde entonces, nunca le han faltado molinos contra quienes luchar. No todos son iguales, pero en el fondo, se parecen unos a otros como se parecen los molinos de viento; son poderosos y se creen invencibles por su posición siempre arriba, en lo mas alto.
Pero en lo que mas se parecen, -al menos hasta ahora-, es en que siempre ganan.
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